1. Lectura de mente:
Las personas suelen emplear el argumento de: «si me conoce ya sabe lo que pienso” “si me conoce tiene que saber lo que me gusta” y así podría seguir porque he escuchado muchas de estas frases. Lamento desilusionarte pero a menos que tu interlocutor tenga la bola de cristal o sepa leer la mente, dudo que pueda colmar tus expectativas respecto a lo que piensas o sientes frente a determinada situación. Los toltecas en sus cuatro acuerdos mencionan “No hagas suposiciones” y esto sería la versión de la sabiduría indígena al respecto de lo que digo. En el futuro intenta comunicar con claridad lo que quieras que el otro sepa, ya sean tus emociones, tus necesidades, tus deseos, tus opiniones, etc. No esperes que lo adivine porque desperdiciarás tiempo y energía en algo que no sucederá.
2. El tono:
Dice Paul Watzlawick en los axiomas de la comunicación que toda comunicación implica dos modalidades: digital y analógica. Es decir que no sólo cuenta lo que se dice, sino cómo se dice. Habrán escuchado alguna vez que la mayoría de los conflictos surgen por un tono de voz equivocado. El tono es otro de los grandes enemigos de la comunicación entre dos personas. Sabemos ya que cuando la emoción sube la inteligencia baja, razón por la cual cuando estamos enojados tendemos a elevar el tono de voz. Cuenta Laín García Calvo en su libro “Un milagro en 90 días” una historia en la que explica el motivo por el que la gente grita cuando se enoja. Dice que cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan y entonces necesitan gritar para cubrir esa distancia. En cualquier caso haz la prueba de decirle a alguien lo mismo en un tono cordial y en un tono agresivo. Verás cómo sin importar demasiado el contenido del mensaje, el tono será lo que influya en la emoción del otro.
3. Nivel de escucha:
Existen distintos niveles de escucha. El problema frecuente en la comunicación es que las personas se mantienen usualmente en los niveles más bajos, ya sea el superficial o el participativo pero rara vez alcanzan la escucha activa o completa. Esto guarda relación con la interferencia del ego, con el no estar presente aquí y ahora, con el diálogo interno, con la falta de genuino interés hacia las personas. Es por eso que la mayoría de las veces el otro está escuchando para responder, o está escuchando su propia voz en la cabeza hablándole de otros temas. Es evidente que no siempre nos interesa lo que la otra persona quiere contarnos. Sin embargo, si me importa la persona, puedo esforzarme por mantener mi atención en todo lo que el otro me dice, sus palabras, sus gestos, sus emociones. Cuanto más sea yo capaz de captar, más cerca estaré del otro.
4. Dobles mensajes:
He aquí otro de los grandes detractores. El doble mensaje es algo bastante simple de entender y de reconocer. Consiste en la contradicción que se manifiesta entre lo que se dice y lo que se hace. Es algo bastante común en la comunicación de padres a hijos: le dicen a sus hijos que no griten gritando, les dicen que no se pega mientras los zarandean, les dicen que no se miente y al momento están inventando alguna mentirilla “piadosa” para zafar de una situación engorrosa. Pues la noticia es que los hijos los están viendo y absorben mucho más lo que los ven hacer que lo que les digan. De todos modos, no es monopolio de las relaciones padres e hijos. Si alguien hace alarde de sus valores y llega tarde a una cita, estará dando un doble mensaje. Si alguien habla de la importancia del compromiso y no cumple luego con su palabra, estará dando un doble mensaje. El problema con los dobles mensajes es que la persona pierde credibilidad y por lo tanto, será más difícil que sea tomado en serio.
5. «El mapa no es el territorio»:
Creer que mi forma de interpretar las cosas es la única forma, se convierte en otro de los mayores errores entre dos personas que pretendan comunicarse. El otro lo ve desde su historia personal, desde su experiencia, desde sus creencias, desde sus valores. Es por eso que cada vez que algo me irrita, me perturba o me incomoda en la comunicación con otro individuo, será de utilidad pensar por unos minutos desde qué lugar puede ser que el otro me esté planteando el asunto. Puede ocurrir incluso que ambas partes no cuenten con la misma información sobre el tema y por lo tanto, sus lecturas sean distintas. En cualquier caso, lo mejor será preguntar, practicar la asertividad e intentar ver la perspectiva de la otra persona.