En estos días me he puesto con un libro maravilloso que tal como dice su autora en la tapa, puede cambiarte la vida. Una de las enseñanzas que he tomado de allí es que no vale la pena luchar contra la realidad, que no vale la pena apegarse a un pensamiento que me genera enojo, estrés, malestar… Que la clave está en aceptar y en todo caso, en enfrentarnos a nuestros pensamientos y cuestionarlos.
Habla también de tres tipos de asuntos que existen en la vida: los míos, los tuyos y los de Dios. Entiéndase que la autora se refiere como asuntos de Dios (o energía superior) a esas cuestiones mundiales como el hambre, las guerras, los terremotos, lo que se sale de mi control y del tuyo. Y la reflexión que hace es que nos alteramos o estresamos fundamentalmente cada vez que nos estamos ocupando de asuntos que no son los nuestros. Me ha parecido sumamente esclarecedor su planteo.
¿Es que acaso hay algo de mis propios asuntos que llegue a irritarme? ¿O cuando algo me afecta es porque se trata de una actitud del otro que yo no comparto?
Hay ciertas cosas de las personas que honestamente no entiendo, no cuadran en mi mapa, no cuadran en mis valores. Sin embargo estoy tomando conciencia de que eso es lo que es y que lo que yo puedo hacer es hacer lo mejor que pueda con lo que es. Así que últimamente miro, me pregunto cómo me afecta ese pensamiento, me pregunto quién sería yo sin ese pensamiento y elijo desprenderme de él.
Estoy aprendiendo de a poco a “amar lo que es”, tal como dice el título de este libro de Byron Katie. “Amar lo que es” significa en definitiva, que tomo lo que la vida me presenta y lo acepto sin generar en mi mente pensamientos que quieran pelear contra los hechos.
He abandonado unos cuantos “debería” referidos a las demás personas para enfocarme simplemente en lo que aprendo de mí a través de sus comportamientos. Analizo mis pensamientos y allí descubro que en alguna parte de mí y de mi vida estoy reproduciendo esa actitud que me molesta en el otro. Visto desde allí, todo viene como un regalo, como una oportunidad para seguir en el camino de autoconocimiento. Les puedo asegurar que en el momento en que empezamos a renunciar a esos pensamientos, el panorama se ve mucho más claro, todo se vuelve mucho más fácil.
No se olviden que lo que me altera o me irrita no es el hecho, sino lo que YO PIENSO acerca del hecho. Entonces cuando dejo de lado eso que pienso, el hecho ya no provoca ningún efecto sobre mí. Es tan simple como eso. Parece un ejercicio difícil pero cuanto más lo haces, más fácil se pone.
Pregúntate cuáles son esos pensamientos a los que te apegas. ¿Quién debería cambiar según tu opinión? ¿Qué es lo que esa persona debería hacer de otro modo? Luego piensa en qué lugar de ti aparece esa misma conducta. Te sorprendería saber cuánto de nosotros vemos a través de los demás.