Hace días leí un enlace que decía algo así como “no nos quejemos de los chicos de hoy, son la consecuencia de los padres de hoy”. Estoy de acuerdo. Voy a un cumpleaños donde hay niños y seguramente se me viene a la mente alguna crítica respecto a alguno de sus comportamientos – sobre todo porque soy educadora-. Los veo sobregirados, con una energía desbordada, sin límites, sin ciertas normas de urbanidad… Y luego miro a los padres de esos niños y entiendo todo. Los padres están sentados en algún sillón o acodados en una mesa conversando, tomando y comiendo sin noción de qué están haciendo los hijos. Entre medio alguno de los pequeños se cae, llora, grita, se le derrama el vaso y todo ha sucedido sin que sus padres se hayan enterado.
Creo, y me hago cargo de lo que digo, que estos padres postmodernos quieren ser padres y seguir llevando una vida de gente sin hijos. Quieren viajar, reunirse con amigos hasta tarde, sentarse a conversar sin ser interrumpidos, dormir durante horas, salir de noche. Lo siento, se han equivocado, estas actividades no son compatibles con ser padre, al menos mientras sean menores de edad.
Luego observo a los adolescentes y también veo que falta un norte. Jóvenes de 12 o 13 años que visten de negro, chicas de esa edad que tienen novio, que salen solos, que no cooperan con la vida familiar. ¿Cuál es la causa de todo esto? Que falta la presencia de padres que actúen como padres. Eso implica criar y educar en un entorno donde se conjugue la autoridad con el afecto. Hace poco supe que la palabra “autoridad” deriva del latín, de “auctoritas” y significa “hacer progresar” “hacer crecer”. Desde esa concepción me parece que la autoridad de padres sobre hijos está totalmente justificada y no adopta el carácter de “poder”, sino de factor de evolución. Los buenos padres no son aquellos que permiten todo, ni son aquellos que sancionan todo, ni son aquellos que evitan el conflicto por el bien de la relación. Nada de eso. Los buenos padres son aquellos que orientan a sus hijos a través de la reflexión, poniendo los límites adecuados, elogiando los buenos comportamientos, asignándoles responsabilidades acordes a su edad. Son aquellos que cuidan el lenguaje que emplean con sus hijos para no dar mensajes que hieran, son aquellos que no gritan porque saben que es una forma de violencia, son aquellos que logran separar su historia de la de sus hijos para no pasarles programaciones del clan familiar. Los buenos padres son personas conscientes de cada acto que tienen para con sus hijos.
Los chicos necesitan marcos en los distintos ámbitos de su vida y los padres son los primeros modelos que tienen. El problema según veo es que esos modelos no están funcionando para ayudar al desarrollo de individuos autónomos, críticos, comprometidos y responsables. Esos modelos no son tales porque los adultos no han resuelto aún esos temas en sus vidas. Necesitamos modelos de padres que fomenten la gratitud para que nuestros jóvenes no se conviertan en unos déspotas quejicas, necesitamos modelos de padres que fomenten la cooperación para que nuestros jóvenes no se conviertan en unos egocéntricos mezquinos, necesitamos modelos de responsabilidad para que estos chicos aprendan a hacerse cargo de sus decisiones, de sus elecciones sin buscar culpables por lo que les pase o no les pase.
¿Cuántos padres leen algún material de apoyo para la crianza de sus hijos? ¿Cuántos padres se preparan para esta tarea? ¿Cuántos padres “sanan” sus propios conflictos antes de ser padres y cargárselos a sus hijos? Esto es simplemente un llamado a la reflexión. Es un desafío tan grande formar individuos que desde mi punto de vista, requiere preparación. ¿No nos preparamos acaso para tal o cual profesión? ¿No nos capacitan para un determinado puesto de trabajo? Ser padre es un trabajo muchísimo más trascendente que cualquier oficio.
Quizás haya padres que se molesten con lo que digo. No pasa nada. Si molesta es simplemente porque en algún lugar resuena. Es parte del proceso de mirarse a uno mismo.