Como ya saben, muchos de los posts los escribo a partir de alguna anécdota que me inspira. La de hoy se trata de un funcionario que cuando le planteé la posibilidad de integrarse a un grupo de Coaching en una empresa me dijo: “Me gustaría no provocar descontento en la jefatura”. No se imaginan todos los pensamientos que se me dispararon a partir de esta respuesta. Es por eso que hoy decidí volcar esas reflexiones aquí con el mismo propósito de siempre: aportar algo que nos haga seguir pensando y mejorando.
En primer lugar, un jefe que esté descontento porque un funcionario suyo emprende un proceso de crecimiento como el del Coaching más valdría que no fuera jefe. Ni que hablar de que lejos, lejísimo está de ser un líder. El descontento además, en todo caso no se produce porque ese funcionario participe del Coaching sino por lo que ese jefe piensa acerca de eso. Recordemos una vez más que un 10% es el hecho y un 90% lo que yo pienso acerca del hecho.
¿Qué tipo de pensamientos creen que tiene ese jefe? Probablemente el tipo de pensamientos de un Procusto. Para quienes no están familiarizados con el Síndrome de Procusto brevemente les pongo al tanto: “Aquel que corta la cabeza o los pies de quien sobresale.” Por ampliar un poco más el concepto diré que se refiere a aquellas personas inseguras y temerosas de ser superadas o puestas en evidencia por sus subordinados. Es por eso que adoptan esta actitud de cercenar cualquier posibilidad de crecimiento de sus funcionarios.
Mi pregunta es entonces: ¿A quién te interesa tener contento? ¿A un jefe lleno de inseguridades, prejuicios y complejos o a ti mismo? ¿Cuál sería el sentido de mantener contento a un jefe que no tiene ningún interés en ayudarte a crecer ni a sacar lo mejor de ti? Y además ¿qué precio estás pagando por mantener contento a tu jefe?
Tenemos que entender lo siguiente: muchas, muchísimas organizaciones tienen al frente a una persona que no está capacitada para dirigir, ni guiar, ni liderar. Son personas que están en un puesto de jerarquía por antigüedad, o porque no tenían a quien más colocar allí o porque ha sido la opción fácil, rápida o cómoda. No le des poder en tu mente y ten la capacidad de aceptar esa realidad sin que eso determine quién eres, cómo piensas o cómo actúas.
El respeto y la confianza son valores que hay que ganarse. Un jefe que no potencia a sus colaboradores le ha errado al camino y probablemente nunca se gane ni el respeto ni la confianza.
Lo que no podemos olvidar es a nuestro líder interior; ese es quien debe ganarse nuestro respeto. ¿Y cómo podrías respetarte a ti mismo si acatas sin cuestionar las decisiones de un jefe cuyo principal objetivo es cuidar su lugar en vez de interesarse genuinamente por las personas a su cargo?
¡Cuidado! Porque entonces lo que está primando es tu temor a la pérdida; a perder tu puesto, a perder la simpatía del jefe y no te das cuenta de que en el camino estás perdiendo tu dignidad y la coherencia contigo mismo.
Así que aquí les dejo todas esas preguntas para reflexionar esperando que cada día hagamos alguna pequeña cosa que nos acerque más a la mejor versión de nosotros mismos. Ten presente que las personas y circunstancias que aparecen en nuestra vida lo hacen para que desarrollemos aquellos aspectos de nosotros que más nos cuesta desarrollar. Úsalo a tu favor.