El final del año despierta emociones de lo más variadas. Están aquellos para los que las fiestas son un bajón, o un motivo de desavenencias familiares y están los otros, aquellos que disfrutamos de la energía de esos días, del ambiente festivo y de las reuniones con personas queridas. Es, una vez más, cuestión de actitud.
Una cosa es el hecho y otra cosa es lo que yo pienso acerca del hecho (mi juicio) Las fiestas como hecho son una fecha en el calendario. Es nuestra interpretación y aquello en lo que nos enfocamos de las fiestas lo que hace que lo vivamos de un modo u otro. Yo elijo enfocarme en la gratitud por todo lo que este año me ha traído y celebrar en la Navidad el nacimiento de todo aquello que me permita seguir creciendo como persona.
En cualquier caso creo que es simplemente una excusa para permitirse algunas cosas. El tiempo es algo convencional con lo cual debemos ser conscientes de que todo lo que hacemos en el mes de diciembre podríamos hacerlo perfectamente en otro momento del año: reunirse con amigos, comprar regalos, evaluar el estado de nuestra vida.
Sin embargo aparece la locura de las mil despedidas del año, con todos los gastos que eso implica como si se terminara el mundo. ¿Qué nos impide reunirnos con esas personas durante el año?
El famoso “balance” que la gente publica en las redes en estos últimos días del año ¿es en definitiva el único momento que eligen para mirar un poco para atrás y evaluar sus decisiones?.
¿Qué nos impide mirarnos a diario y evaluar qué aprendemos de lo que nos sucede?
Por mi parte lo que haré al terminar el año es abrir mi frasco de gratitud para leer todos los papelitos que fui guardando en los que apuntaba cosas buenas que me pasaban. Es un recordatorio, es como mirar fotos de buenos momentos, es tomar conciencia una vez más de las alegrías que he tenido en esos 12 meses. Por lo demás, no cambia demasiado del 31 de diciembre al 1 de enero.
Una vez más recurriré a esta máxima que he aprendido: como hacemos una cosa en la vida hacemos todo.
Y las fiestas no son la excepción a la regla. El que te visitó en el año te visitará una vez más para despedir el año o a principios del año que empieza, el que se quejó durante el año encontrará un motivo para quejarse en las fiestas: el tránsito, la gente, el calor, el consumismo, etc, etc. El que agradeció durante el año, aprovechará esta fecha especial para volver a hacerlo.
Por eso digo que las fiestas son la excusa simplemente. Hay muchas personas a las que les resulta cómodo poner la responsabilidad en otro lado que no es en sí mismos. La Navidad y el fin de año resultan una oportunidad perfecta para hacerlo una vez más. Reitero: el hecho es el hecho y lo que yo pienso acerca del hecho es lo que me genera determinadas emociones al respecto. Por lo tanto, como ya he dicho en tantas oportunidades, la clave de todo es nuestro pensamiento.
Te propongo que antes del 31 de diciembre te tomes unos minutos para pensar tus metas del año que entra.
¿Cuáles son tus sueños? ¿Qué podrías hacer al comenzar este año para estar más cerca de esos sueños?
¿Qué es lo que te ha impedido alcanzar esa meta hasta ahora? Identifica cuáles han sido tus limitaciones y diseña un plan para superarlas.
El nuevo año está lleno de oportunidades. Tienes que hacer algo para encontrarlas, tienes que hacer algo para hacer que suceda aquello que deseas.
El cambio de año es sólo la excusa para convencer a nuestra mente de que es posible.