1. No te compares. Deja de mirar lo que hace el otro a menos que vayas a copiar su estrategia porque te das cuenta de que realmente funciona. Ya lo decía la Desiderata: “Si te comparas con los demás, puedes volverte vanidoso y amargado porque siempre habrá personas más grandes o más pequeñas que tú.” Disfruta de tus logros, cualesquiera que sean, son importantes para ti.

2. Suelta el pasado. Trabajos, personas, relaciones, lugares que ya no suman a tu vida, que ya aportaron lo que podían aportar, suéltalos. Si nos mantenemos unidos al pasado, lo nuevo no podrá entrar a tu vida. Por simple y absurdo que parezca, es una cuestión energética.

3. Busca el lado bueno de las cosas. No es un optimismo ingenuo lo que planteo sino un reencuadre de las situaciones. Nada más inútil y desgastante que enfocarse en lo negativo, en la carencia, en lo que nos falta. Aunque a veces resulte difícil de ver, hay un lado bueno. Conviértete en un experto buscador de posibilidades.

4. Ríe, ríe tanto como puedas. El humor resulta un antídoto infalible para suavizar situaciones, para romper el hielo, para motivar, para crear un clima positivo y distendido. Ríe incluso ante personas y situaciones que en otro momento te generarían malestar o mal humor. La risa tiene un poder curativo y nos vuelve mucho más espontáneos.

5. Elige tus pensamientos y elige pensamientos positivos. La física cuántica nos explica que son los pensamientos los que se materializan y crean lo que llamamos “realidad”. Aquello en lo que nos enfocamos es lo que atraemos. Si vas a usar tu mente, haz un uso eficaz de ella. Úsala para crear todo lo bueno que puedas imaginar para ti, para el prójimo y para el mundo.

6. Da algo de ti cada vez que puedas. Existe una magia inexplicable en el acto de hacer algo por otras personas. Se genera una energía de gratitud que multiplica lo bueno que nos llega. Hay muchas cosas pequeñas que alegrarían el día de otra persona. Puedes dar tu tiempo, tu compañía, tu escucha, un abrazo, un elogio, un aventón, un whatsapp… Así de simple.